Mundo ciego, incapaz de sonreír, pero tan hábil para hacer felices a quienes lo habitan, no tengo prueba de quien soy o al menos eso creo, no tengo memoria o al menos eso recuerdo. Nací y crecí aquí, donde lo mas alto son los árboles y el mayor ruido lo hacen las aves en su canto matutino, la verdad es que no se quien soy, de donde vengo ni a donde voy, no conozco a nadie, vivo sola y feliz en una pequeña casa dentro de un bosque, no la construí yo, siempre ha estado aquí, igual si pudiese no la construiría, es algo muy exuberante para mi. Un día en la locura de un repentino ataque de aire fresco salí de mi casa y comencé a caminar por el bosque, sentí que mis pies se manejaban por si solos sin poder tener control alguno sobre ellos, llegué a una cueva inmensa, no quería entrar, pero mis pies me obligaron, todo estaba menos oscuro de lo que me había imaginado, de repente sin saber como reconocí mi rostro en una roca, fue extraño que pasara esto, si pongo en consideración que no tengo ningún espejo o foto mía que me diga quien soy. En un abrir y cerrar de ojos una luz se hallaba detrás mio, me quemaba los ojos a pesar de que estuviera yo de espaldas hacia ella, al voltear había una figura masculina enorme, era probablemente el hombre mas alto que podría conocer en toda mi vida, tenía el cabello largo y rubio, no era muy musculoso, y tenía los ojos azules, tras de su espalda habían unas alas hermosas, como una paloma blanca, si, era un ángel, quedé sorprendida por su inesperada presencia, y ocurrió lo mas extraño, abrió su boca y pronunció mi nombre, luego me dijo lo siguiente: ¿quieres que te diga quien eres realmente? quedé atónita, ahora me ahogaba en un mar de recuerdos vagos que salían de donde yo misma los había encerrado, recuerdos de tantas dudas que tuve 16 años de mi vida, dejé que el pánico hablara por mi y le respondí al ángel que no. Esta bien, es tu decisión, pero recuerda que jamás me volverás a ver en toda tu vida, adiós. Y esas fueron sus últimas palabras antes de marcharse para siempre, ahora mi rostro ya no estaba pintado en la roca, ahora la cueva parecía mas grande y fría, estaba asustada, salí rápido por un camino al azar y corrí de camino a casa, al llegar a mi habitación me tiré sobre la cama y me quedé mirando al techo, dejé que gotas calientes cayeran de mis ojos, ahora lágrimas me acariciaban las mejillas y caían sobre la cama, entonces ocurrió: ¡AYUDA! grité pareciendo desesperada, con intención de que el ángel llegara y dejara cambiar mi respuesta, pero nada ocurrió, estaba completamente sola y triste, esa había sido la única oportunidad para resolver mi eterna duda, ¿quien soy? ¿por qué existo? ¿a donde voy?, pero la había desperdiciado... por otro lado comenzaron preguntas como ¿me hubiera arrepentido de escuchar la respuesta del ángel? tal vez solo fue otra cosa que tenía que pasar, llamemoslo el destino si, tal vez tendría que averiguarlo por mi misma, no por otros, en este caso ángeles. Días después seguía tan ocupada tratando de encontrar al ángel que me olvidé de soñar, y ahora como si nada hubiese pasado he continuado viviendo, estoy aquí y quiéralo o no es mi realidad y creo que no hay forma de cambiarla, y tampoco quiero hacerlo. Terminé por aceptar que soy como soy, terminé por aceptar que tengo lo que debo tener y es lo que merezco; supe que en la vida muy pocas veces hay segundas oportunidades, aprendí que debo tomar con mas calma la vida y que de una forma u otra hay que seguir viviendo cuando los ángeles se marchan.
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